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6 experiencias que vivirás si eres cooperante

Vivimos una época muy complicada. Desastres climáticos, guerras, hambrunas y pobreza; los ambiciosos objetivos que nos hemos marcado en reducción de mortalidad infantil o reducción de enfermedades como el VIH; y una crisis que parece que no conseguimos superar.

Vivimos una época muy complicada. Un contexto que posiblemente hace más valioso que nunca la figura del cooperante.Haz click para twittear

Un contexto, que posiblemente hace más valioso que nunca la figura del cooperante. Mujeres y hombres que dejan atrás su hogar para ayudar a los que más lo necesitan. En ocasiones abandonan sus hogares durante años. Sin embargo, ellos también se llevan devuelta mucho. Experiencias que les hacen cambiar, amigos que no olvidan e incluso nuevas culturas que hacen suyas.

Os queremos contar 6 experiencias que vives cuando trabajas como cooperante

Valorar cada detalle para ser feliz

En países como España, y más en las grandes ciudades, estamos acostumbrados a tener acceso a cientos de cosas y gracias a empresas online, en solo 24horas, acceder a aquellos pequeños caprichos que deseamos. Rodeados de amigos y familiares, que nos lo hacen todo mucho más fácil, resulta fácil olvidar el valor de las cosas.

Pero a miles de kilómetros de casa, con un acceso mucho más limitado a cosas que antes veías básicas, cada detalle lo valoras mucho más. Resulta complejo afirmar que este pueda ser un camino para ser feliz; sin embargo, aprender a dar el valor que tiene la llamada de un hermano tuyo, las horas hablando alrededor de una mesa o incluso conseguir uno de esos pequeños caprichos que querías y disfrutarlo, te permite dar un paso a esa felicidad que todos buscamos.

El tiempo da más de lo que quita

Al estar fuera se aprende a valorar la importancia del tiempo. Dejar atrás y abandonar la inmediatez y las prisas.

Dar tiempo a los otros y a tí mismo, valorar cada minuto, para lograr un propósito, es todo un reto. Ser más flexible con los ritmos, fomentar la paciencia sin desesperación, es una lección de vida. Porque el tiempo siempre da más de lo que quita.

Disfrutar del aprendizaje continuo

Llegas a un país nuevo, un trabajo diferente, adaptarte a la cultura, costumbres y horarios nuevos. Sufres un momento de agobio, ya que la rutina ha dejado de existir. Esto te proporciona la oportunidad de aprender todos los días algo nuevo, siempre hay algo que te sorprende.

Aprender a desenvolverte es un reto, pero que te hace sentir que estás creciendo. Cuando has llegado a manejarte fácilmente en el cambio, valoras mucho el aprendizaje, la recompensa es muy satisfactoria. Y este aprendizaje se convierte en un “gusanillo” que te hace seguir y seguir.

Sumergirme en otras culturas

Cuando comienzas a vivir en otro país, ahondar en sus costumbres y cultura, siempre hay algo que te sorprende. Cada día aprendes algo nuevo.

La cosa más sencilla en tu cultura de nacimiento es diferente. Y lo más bonito es que con el paso del tiempo acabas mezclando. Combinas las culturas, las mezclas y te das cuenta que ya no podrías vivir sin ese ‘mix’. Los cambios que se producen en tu forma de cocinar, la forma de pasar el tiempo y divertirte e incluso cómo educar a tus hijos…, se convierten en una mezcla de tradiciones y culturas que hacen tu vida más rica.

Alcanzar un equilibrio

Puede parecer un tópico cuando decimos que siendo cooperante, viendo las enormes necesidades de las poblaciones con las que trabajas, aprecias más los “lujos” y aprendes a vivir con menos. Y es que la experiencia de vivir como cooperante, sin lugar a dudas, te ayuda alcanzar un equilibrio entre lo material y la parte más intangible y espiritual de tu día a día.

En cierto aspecto, aprendes a equilibrar tu vida, un equilibrio que normalmente te ayuda a sentirte mejor.

Vidas qué inspiran

Cuando trabajas en terreno y observas como con 2 dólares al día una madre de 5 hijos consigue sacar adelante su familia, te das cuenta de lo poco qué estás aprovechando de tus posibilidades y de tu vida.