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Mirando atrás nos emocionamos. Ahora 4.000 familias son autosuficientes

Mirando atrás nos emocionamos. Ahora 4.000 familias son autosuficientes

En abril de 2015 cogí un avión rumbo a Angola. Si me pidieran que lo resuma en dos líneas, diría que el viaje me hizo ver a “a vista de pájaro” el enorme sentido que tiene el enfoque de nuestro trabajo en ese país.

Además, lo puedo decir con perspectiva, pues el año 2009 tuve la oportunidad de colaborar en la primera identificación de proyectos en Angola. Entonces, viajamos con la ilusión de ver como desde CODESPA podíamos trabajar en un nuevo país del que personalmente solo tenía dos datos: la herida de una larga guerra fratricida y el potencial de sus recursos humanos y materiales.

El trabajo propio de CODESPA, enfocado en la creación de capacidades humanas y en el desarrollo de condiciones para el trabajo, tenían todo el sentido, a mi modo de ver, allí.

Nuestra tarea empezó identificando los principales problemas, buscando a los posibles aliados, aplicando un enfoque de mercado a las soluciones de los problemas y enfocándonos en las cadenas productivas que pudieran generar más posibilidades, para las personas más desasistidas.

¿Cuáles han sido los ingredientes claves de estos años de trabajo?

Un equipo humano que ha hecho de su trabajo su pasión, el establecimiento de las alianzas adecuadas y la receptividad al trabajo encontrada en los angoleños. Los tres factores combinados han hecho posible cambios impensables en la vida de las personas.

¿Qué hemos hecho allí?

Mejorar la vida de más de 4.000 familias de las comunidades rurales que habían quedado completamente fuera del circuito de la vida económica y social. Y en esa ecuación había algo aún más prioritario y complejo, resolver el problema del hambre y el acceso a alimentos sin hacerlo depender de la ayuda externa.

Y el pasado mes de abril, casi cinco años después, al hablar con los campesinos y preguntarles por el trabajo de CODESPA, me contaron algunas confidencias.

Hace cinco años, cuando llegamos, desconfiaban de que alguien de fuera pudiera darles soluciones, luego fueron viendo los cambios y ganando confianza, pasaron a compartir lo aprendido en las “escuelas de campo”, (de ahí vieron la ventaja de organizarse en cooperativas) y, finalmente, se fueron lanzando a convertirse en emprendedores. Sin darse cuenta durante estos años habían crecido como personas y profesionales; compraban la semilla a crédito, incorporaban pequeñas mejoras tecnológicas en su trabajo y disponían de excedentes para la venta.

Esa apuesta que hicimos hace cinco años ha merecido la pena, las cooperativas ya no son estadísticas de nuestros proyectos, son personas con las que nos hemos comprometido personalmente. Son Graciano, María, Manuel, Pikeno, Augusta y así hasta 4.000 que hoy disponen de una mejor formación y autoestima para sacar adelante a sus familias.

Y algo muy importante, y uno de nuestros objetivos principales, estas iniciativas que hemos promovido han servido para paliar algunas de las secuelas de la guerra.

Aún hay mucho por hacer, muchas cosas que mejorar, pero nuestro motor son ellos y si seguimos a su lado estaremos dando todo el sentido a nuestro trabajo y a nuestro empeño por construir un mundo mejor.