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Se convirtieron en microempresarios para luchar contra la pobreza en R.D. del Congo

República Democrática del Congo es un país africano con más de 77 millones de habitantes. Posiblemente si hablas con alguien que estudió geografía en los años 90 u 80, te hablará del Zaire; su nombre hasta 1997.

Sus vastas montañas son el hogar para algunos de los últimos gorilas de montaña; un país con una riqueza incalculable, allá donde mires. Sin embargo, seguro que sabes más de él por temas como sus conflictos armados o el ‘famoso coltán’. Unas realidades que lo ensombrece todo y que han llevado al país a una situación de inestabilidad continua. Solo en 2016, 922.000 congoleños tuvieron que abandonar sus hogares.

El 71% de su población vive con menos de 1USD al día, ¿te imaginas qué significa esto? Hemos trabajado en R.D. del Congo desde hace 7 años, siempre sabiendo que la situación es muy complicada, que lo logrado se puede perder en cuestión de días… pero no podemos irnos, queremos poder formar parte de aquellos que quieren cambiar el futuro de su país.

Con esta idea en 2015 comenzamos un proyecto muy diferente, que nunca habíamos realizado en R.D. del Congo. El objetivo era ayudarles para que pudieran convertirse en microempresarios y que en un futuro, puedan ser la fuerza de su país.

Jóvenes y mujeres que se esforzaron en ser emprendedores

Este proyecto lo llevamos a cabo en Kinshasa, capital de R.D. del Congo. Estos jóvenes y mujeres provenían de los barrios de Kinsenso, Mbanza Lemba y Limete Mososo, donde el 90% de la población no ha tenido las oportunidades de aprender a leer, ni escribir. Sabíamos que esto dificultaría las formaciones, pero estábamos seguros que ellos se convertirían en líderes que podrían mostrar con su propio ejemplo, que todo es posible.

Lo primero, y más importante, era llegar a estas mujeres y jóvenes. Trabajan en un mercado informal y rara vez sus pequeñas empresas están formadas por más de una persona. Recorríamos centros profesionales y asociaciones, visitábamos agrupaciones de mujeres e incluso las mismas iglesias, y llegamos a conseguir pequeños espacios en la radio, donde poder contar que íbamos a lanzar cursos de formación, la importancia de estos cursos y cómo podíamos ayudarles.

Nuestro objetivo era llegar a 200 personas, pero más de 1.000 emprendedores contactaron con nosotros (842 mujeres y 186 jóvenes). Les ofrecimos formación y les mostramos cómo podían gestionar de mejor forma sus microempresas. Además, a través de la figura de un coach pudimos asesorar a 582 negocios en los primeros pasos con sus planes de negocios.

Vimos que su ilusión y ganas de seguir hacia delante habían superado todas nuestras perspectivas. Y no paramos hasta lograr que tuvieran acceso a microcréditos, en unas condiciones justas, para que pudieran invertir en mejoras sus negocios. En total, 371 mujeres y 17 jóvenes pudieron recibir un préstamo.

En contextos de pobreza tan duros como en Mbanza Lemba los cambios parecen pequeños, pero significan más de lo que podemos imaginar. Por ejemplo, una microempresaria aprendió la importancia del ahorro. Ahora trata de no reinvertir directamente el poco beneficio que obtiene en los mismos productos. Está creando un pequeño capital que le permita invertir en otro tipo de productos más costosos, pero que puedan ser más beneficiosos para su empresa.

Se convierten en líderes en sus barrios, vecinos y amigos les preguntan y ellos les enseñan todo lo que saben. A lo mejor es una locura, pero sabemos que de una forma u otras somos parte del cambio que estas mujeres y jóvenes van a lograr en los próximos años, para ellos y para su país.

Si puedes ayudares, dona y conviértete en la oportunidad que millones de personas necesitan. Gracias.