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Petronila Alfonseca, una historia de superación

Petronila Alfonseca, una historia de superación

Petronila y su marido Vidal viven en la comunidad rural “La Cuchilla” en el municipio del Seibo, en República Dominicana. Cuando fuimos a visitarlos nos recibieron en la puerta de su casa. Un hogar humilde pero muy digno, que tiene una espectacular vista sobre las montañas que rodean el valle.

Tienen seis hijos, y el más pequeño es un bebé de cuatro meses que tiene como cuna una caja de cartón. Estuvo llorando todo el tiempo que duró nuestra visita.

Su bebé, su razón por la que luchar

La provincia de El Seibo, una de las más pobre del país, se encuentra en la zona este del país y colinda con la provincia la Altagracia, donde se concentra el principal polo turístico de República Dominicana. Muchos de sus habitantes se mudan hacia la vecina zona turística en búsqueda de mejores condiciones de vida. Así lo han hecho tres hijos de Petronila, sin embargo ella, su marido, con los otros 3 hijos, apuestan por seguir viviendo aquí, en esta hermosa comunidad rural, criando vacas lecheras.

Cuando los conocimos en 2010 tenían solamente dos vacas; algo que no era suficiente para poder vivir en unas condiciones dignas. Tras conocer su situación, apoyamos a Petronila y su marido a acceder a un microcrédito otorgado por el Banco ADOPEM. Se trata de una pequeña institución microfinanciera que apuesta por incluir en el sistema financiero a las personas más vulnerables. A través del acceso a varios préstamos, sus condiciones de vida han “cambiado del cielo a la tierra”, así como lo dice ella, y en la actualidad producen hasta 80 litros de leche diario, que venden a la asociación de ganaderos locales.

Un cambio real: han pasado de tener 2 vacas a tener 12 vacas

Petronila y Vidal cuentan en la actualidad con doce vacas, que ordeñan con la ayuda de un hijo y de un empleado.

“Lo que ganamos en diez días vendiendo leche, nuestros tres hijos que trabajan en la zona turística, lo ganan en un mes”, dice Petronila orgullosa, aunque se intuye su tristeza por la lejanía de sus hijos.

La comunidad no cuenta con servicio de electricidad. Sin embargo, ellos lograron ahorrar para comprar un pequeño generador de corriente, que les permite tener luz por la noche. Asimismo pudieron comprar una bomba de agua e instalar un sistema que les ahorra el tiempo y el esfuerzo de bajar todos los días al río para buscar el agua.

Estas pequeñas “comodidades” han sido posibles gracias a los microcréditos y formación, que les han permitido avanzar en su negocio y mejorar sus condiciones de vida.

Petronila se siente satisfecha con lo que ha logrado aunque quisiera que su negocio creciera más, para que sus hijos que trabajan en la zona turística tengan la opción de volver a ese “pequeño rincón de paraíso”.