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De la ciudad al campo: una historia de superación personal

A Sandra el amor le llevó muy lejos. Nació en la capital del Valle del Cauca y decidió apostar por el amor y trasladarse, junto a su pareja, hasta la vereda El Cortijo, en el municipio de Caldono en el Cauca. Ahora es madres de tres hijos.

“Soy de Cali, siempre viví en Cali, recuerdo mi escuela, mi casa, mis amigas”

Trabajadora como es natural en una mujer de ciudad, Sandra empezó a sentir rápidamente la necesidad de desarrollar un oficio. Quedarse en casa, sin ingresos suficientes con los que poder mantener a su familia, no era una opción para ella.

Es así como atendió la llamada de una compañera que le invitó a unirse al Grupo Enredarte. Ahí le enseñaría el arte de tejer, y ella, con esa necesidad de salir adelante por sus propios medios, empezó a asistir a las reuniones. Hoy es la líder de su grupo.

“Entré hace tres años en el proyecto. No sabía ni enhebrar una aguja ni manejar los hilos y a mí las mochilas me parecían muy lindas y quería aprender”

Han transcurrido tres años desde entonces y aunque Sandra continúa aprendiendo, es mucho más especializada que aquella joven que entró sin saber si quiera enhebrar una aguja. Con mucho esfuerzo y ensayando poco a poco, aprendiendo de sus propios errores, empezó a desarrollar esta destreza, que ahora le está dando muchas satisfacciones.

Aunque todavía no tiene todo el conocimiento y las mochilas que puede elaborar son pequeñas, le es suficiente para generar los ingresos que requiere para ayudar a sostener a su familia. Sabe que necesita más práctica, pero es conscientes de que va a lograrlo. Valora su trabajo, con mucho orgullo cuenta que cuando viaja a Cali, las logra vender a buenos precios, contando la historia que hay detrás de cada mochila.

Sandra, tejedora de su futuro

Esta mujer incansable, comienza su día a las cinco de la mañana. Enciende un fogón de leña, porque no cuenta con servicio de gas o estufa, y prepara el desayuno para su esposo y sus hijos. Una vez se han ido a estudiar y trabajar, Sandra se encarga de limpiar los cerdos, le da de comer a su oveja (la misma que le provee la lana para tejer), y atiende también a sus gallinas. A las tres de la tarde, logra sacar tiempo para tejer.

Mujeres como Sandra están formándose y aprendiendo un oficio para impulsar su empoderamiento económico, social y político.Haz click para twittear

Ella es foránea, pero cuenta que se siente a gusto con la comunidad indígena Misak que le ha acogido y acompañado en este proceso. Así también pese a las dificultades, logra contar con el apoyo de sus hijos y de su esposo, que, si bien en principio se mostró reacio a esta actividad, por el tiempo que le demandaba a su esposa, ahora se siente a gusto, la acompaña y motiva para no faltar a sus reuniones. Se ha dado cuenta que gracias a que su mujer ha encontrado un pequeño oficio, ahora pueden comprar el almuerzo y el material escolar de sus hijos.

Si le preguntas por su futuro, Sandra sueña con tener un almacén propio, donde pueda exhibir sus mochilas y artesanías y venderlas, encargarse ella misma de la atención y la administración de su negocio. En cuanto al futuro de la asociación Enredarte, le gustaría que se dieran estrategias que les permitan incrementar las ventas para tener mayor rentabilidad y sostenibilidad.

“En el futuro me veo con un almacén lleno de artesanías y mochilas, siendo yo la vendedora, estando yo al frente. Quiero incrementar mis ventas, por eso trabajo fuertemente. En la comunidad, al saber que soy nueva, me han brindado todo su apoyo.”

A través del proyecto que llevamos a cabo, contribuimos al desarrollo económico y social de 273 mujeres indígenas de cinco municipios considerados de muy alto riesgo por la presencia de grupos armados que vulneran los derechos de la población.

Nuestro objetivo es poder dar una oportunidad a estas mujeres para impulsar su empoderamiento económico, social y político y así reducir las desigualdades. Favorecemos su autonomía económica y en la toma de decisiones, tanto en la esfera privada como pública.