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La escuela como refugio para niños que viven en conflictos armados

La escuela como refugio para niños que viven en conflictos armados

Imagínate un niño que vive en una zona rodeada de violencia. Con miedo a perder a sus padres, a su familia. Sin poder jugar tranquilo y en paz. Imagínate un lugar donde los niños son secuestrados por guerrilleros para que formen parte de los grupos armados. Imagínate una niña sin poder ir a la escuela, sin tener derecho a aprender, sin poder imaginarse un futuro mejor.

Esa es la realidad de más de 5.000 niños que, diariamente, forman parte de los conflictos armados. Algunos son capaces de escapar junto con sus padres pero otros se encuentran solos ante esta situación, sin tener muchas opciones. Solo la de sobrevivir diariamente.

Las escuelas y los hospitales tampoco son lugares seguros. Frecuentemente son atacados y utilizados con fines militares, dejando a los niños en una situación de total vulnerabilidad. Miles de niños son atacados en colegios, hospitales, casas…no se respeta ningún lugar.

¿Por qué las guerrillas atacan las escuelas?

Hay varias razones por las que los guerrilleros atacan a las escuelas, donde se encuentran los más débiles. Una de ella es que ven la institución como un símbolo del Estado. En el caso de las zonas rurales, muchas veces, las escuelas son las únicas infraestructuras que dependen del Estado y esto hace que lo vean como un sitio por el cual pueden atacar al Gobierno.

Otras veces, los grupos armados no están de acuerdo con la educación que se imparte a los niños y jóvenes. A veces porque educan a niñas, otras porque los planes educativos son “occidentales”. Además, el atacar a las escuelas es bastante más fácil que atacar a las fuerzas de seguridad gubernamentales. Es un blanco fácil para ellos que les da bastante visibilidad ya que atraen a los medios de comunicación, haciendo bastante presión al Gobierno.

Pero sus ataques no se centran solo en las escuelas, también en las rutas que hacen los estudiantes para llegar son blanco de los guerrilleros. Se presentan en los caminos para reclutarlos, adoctrinarlos o, en el caso de las niñas, para violarlas. Esto hace que los niños y sus familias tengan miedo de ir a la escuela, viéndose obligados, en muchos casos, a abandonarlas.

Las consecuencias de estos ataques son tremendas. Hay niños y profesores que mueren, otros resultan heridos, traumatizados, con graves secuelas psicológicas. La asistencia a la escuela baja de manera drástica y esto, a largo plazo, incide en la economía y en índices de desarrollo clave, como pueden ser las medidas de salud. Los profesores quedan afectados psicológicamente y, en algunos casos, se niegan a volver a dar clase en ese contexto por miedo a nuevos ataques.

En algunos casos, algunas escuelas cierran. Esto conlleva que los niños y jóvenes que asistieran a esas escuelas, se queden sin opción a una educación. Los daños en infraestructuras y materiales son otras de las consecuencias que pueden hacer que las escuelas tengan que cerrar temporalmente hasta que tengan dinero para poder hacer todas las reparaciones necesarias.

Por otro lado, el ataque a una escuela puede tener un efecto negativo sobre las escuelas de alrededor. El pánico que se genera puede hacer que familias dejen de llevar a los niños al colegio o que el mismo Gobierno sea el que paralice las clases durante un tiempo.

No podemos permitirlo

Las escuelas deben ser lugares seguros para los niños y nunca deben convertirse en escenarios de guerra. Es imprescindible que todos los países garanticen normas que prevengan a la escuela de cualquier tipo de conflicto. Tienen derecho a tener un refugio, un lugar donde estar a salvo. Un lugar donde puedan comer, donde tengan acceso a agua potable y saneamiento, donde puedan jugar, donde puedan conocer la amistad, el compañerismo, la alegría, la paz. Un lugar donde aprender para poder cambiar la realidad que les rodea, donde puedan tener esperanza.

Ya es duro para estos niños vivir en contextos de violencia, como para que no puedan tener la ilusión de ir a un sitio donde encontrarse seguros y poder tener ratitos de felicidad y paz. Estos niños que viven en conflictos armados, en muchas ocasiones, han perdido sus familias, sus casas, su vida. Si no tienen acceso a una educación, a que adquieran conocimientos, pueden perder también su oportunidad de cambiar el futuro y el contexto que les rodea. Y esto no podemos seguir permitiéndolo. Tenemos que ser capaces de poder ofrecerles alternativas a la vida que se les ha presentado.

Nosotros trabajamos en zonas de conflicto armado en República Democrática del Congo, ofreciéndoles un futuro diferente y esperanzador a estos niños y jóvenes. ¿Quieres conocer más sobre nuestro trabajo? Pincha aquí.