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Pablo Olmedo, voluntario corporativo : “Pensar que es imposible cambiar el mundo sería un tremendo error"

Pablo Olmedo, voluntario corporativo : “Pensar que es imposible cambiar el mundo sería un tremendo error”

El próximo domingo 31 de agosto se celebra el Día Internacional de la Solidaridad. Pablo es uno de nuestros voluntarios, que gracias a nuestro programa “Profesionales para el desarrollo” se encuentra este verano en uno de nuestros proyectos, ayudando con su conocimiento y experiencia.Empleado de PWC, está en Filipinas y desde allí nos habla sobre la importancia de la solidaridad para cambiar el mundo:

“Creo que hoy en día se vive en un mundo que va muy deprisa, donde las necesidades creadas por la sociedad te impiden ver otras realidades diferentes que existen en otras zonas del planeta y no tan lejos, incluso en nuestro propio país. El hecho de querer vivir esta experiencia de conocer otras realidades durante mis vacaciones, ha sido como poner un stop en mi vida, y tratar de mejorar estas malas situaciones o al menos, ser capaz de arrancar una sonrisa en la cara de alguien que lo pasa mal y hacerle olvidar por un instante las dificultades que atraviesa. Creo que si todo el mundo simplemente se parara a pensar y dedicase algo de tiempo a colaborar en el desarrollo y así contribuyera a disminuir la pobreza, cambiaría mucho la situación de muchísimas personas que no lo están pasando bien en el mundo.

A partir de esta experiencia que estoy viviendo, veo la realidad más de cerca y siento que aportar un grano de arena y, al menos, intentar cambiar algo, es posible. Además,  siento que no tengo ese sentimiento de pasotismo que existe en la sociedad ante los problemas básicos que sufre una gran cantidad de la población humana.

Si tengo que destacar algo de todo lo que estoy viendo aquí es cómo, en Filipinas, la gente es muy feliz con lo poco que tiene. Cuando visitas los proyectos y te acercas a la cruda realidad, ves cómo la gente siempre tiene una sonrisa en la cara, cómo te ofrece aquello poco que tienen con una bondad tremenda y cómo, cada día, sacan lo mejor de cada uno. Además, trabajan las horas que haga falta para sacar sus familias adelante, con una capacidad de sacrificio admirable.

Da que pensar como en el mundo desarrollado la gente tiene tanto y nunca llega a ser feliz, no encuentra nunca una felicidad plena. La sociedad globalizada crea necesidades y con ello la correspondiente infelicidad que conlleva el no poder conseguirlas. Sin embargo, las sociedades menos desarrolladas son plenamente felices, no basan su felicidad en el materialismo, sino en los sentimientos y todo aquello que realmente llena de verdad a una persona.

Personalmente, esta experiencia me está sirviendo para darme cuenta de que, aunque sea a nivel básico, cada aportación personal, ya sea en forma de trabajo, ayuda, donación, o de cualquier otra forma, puede sacar algo bueno para alguien que realmente tiene una necesidad. He de reconocer que, al principio, uno mismo es escéptico ante la situación, y piensa para sí mismo si realmente se puede sacar algo bueno de esta ayuda como voluntario. Pero en cuanto visitas los proyectos, se ven los progresos y cuando hablas con los beneficiarios, te das cuenta como con tan poco, se puede hacer tanto bien a tantos.

En este día en el que se celebra la solidaridad y tras mi experiencia, creo que conseguir un mundo mejor, es posible pero, sinceramente, muy difícil. Vivimos en un mundo global, donde nos preocupa el desarrollo de la alta tecnología, donde nos preocupan las necesidades de los que más tienen, y pocas personas son las que dedican sus recursos a tratar de buscar la mejora de aquellos que realmente lo necesitan.

Pero no por ello se debe perder la esperanza. Pensar que es imposible cambiar el mundo sería un tremendo error, ya que quedarían en el olvido todos aquellos necesitados que existen en el mundo y entonces sí que, a ellos, no les quedaría el más mínimo atisbo de esperanza.

Por ello, animo a todo el mundo a involucrarse en la medida y manera que sea posible en el desarrollo de los que más lo necesitan. Animo a eliminar ese escepticismo de la mente de las personas, invitándoles a que cada uno viva su experiencia personal y llegue a darse cuenta de que, aportando lo más mínimo, se pueden hacer grandes cosas. Solo hace falta mucha ilusión y ganas de invertir tu tiempo con los más vulnerables”.