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“No somos el desarrollo, sino facilitadores del desarrollo”

Rodrigo Guerrero, caleño, médico y ex alcalde de Cali, dirige desde su fundación la Corporación Vallenpaz, con la que CODESPA trabaja en el suroccidente colombiano brindando alternativas de convivencia, desarrollo y paz a la población más vulnerable ante el conflicto armado. En la imagen, durante una visita a CODESPA (Madrid) en 2010.

 

Rodrigo, ¿Cómo nació Vallenpaz?

Vallenpaz surgió a raíz de un secuestro masivo en el año 1999 en Cali, en el que el ELN, uno de los grupos guerrilleros colombianos, se llevó a más de 100 personas de la iglesia de La María. Este hecho provocó una conmoción inmensa en la ciudad, y comenzamos a reunirnos para pensar que podíamos hacer. Algunos sosteníamos que la mejor contribución para el refuerzo de la sociedad civil era irnos a meter en las zonas de conflicto y ver cómo ayudar a resolver los problemas que están en el fondo del mismo. Yo conocía mucho sobre este tema por mi trabajo con el gobierno del Presidente Pastrana… Focalizamos nuestra acción en el suroccidente colombiano, identificando comunidades en las que la gente estuviera comprometida con la búsqueda de soluciones para sus problemas.

En estos años Vallenpaz ha crecido rápidamente. Cómo ha sido el proceso?

Vallenpaz se desarrolló muy rápido gracias a la experiencia acumulada en la Fundación Carvajal. Lo que hicimos fue trasladar esta experiencia que habíamos adquirido en los ambientes urbanos de Cali al medio rural del Valle del Cauca. Quisimos hacer una corporación incluyente con todos los sectores. Hoy en día tenemos más 700 socios de todos los estratos sociales, desde grandes empresarios hasta campesinos.

¿Cómo trabaja Vallenpaz?

Nuestros proyectos tienen tres componentes: capacitación, inversión en infraestructura, para que tengan sistemas de riego, centros de acopio, todo lo que les pueda hacer competitivos, y en tercer lugar, crédito a través de fondos rotatorios. De este modo, capacitamos a los campesinos para convertirlos en microempresarios y para que ellos después obtengan un crédito. La capacitación sigue siendo la parte fundamental, aunque es la más difícil.

En el fondo nuestro trabajo se fundamenta en creer en la gente. Los campesinos toman sus propias decisiones, y nosotros les apoyamos y les acompañamos, porque estamos seguros de que son capaces de hacerlo. Puede que su educación formal haya sido pobre, pero su inteligencia y sus otras virtudes lo compensan. Lo único que Vallenpaz hace es facilitarles la oportunidad que no han tenido para desarrollarse. Entendemos que nosotros no somos el desarrollo, sino facilitadores del desarrollo.

¿Qué dificultades enfrentan?

Los procesos toman tiempo, ésa es una dificultad. Hay que vencer los escepticismos, entusiasmar a la gente, y eso lleva tiempo. Las semillas toman tiempo en madurar, y uno no puede acelerar ese proceso. Si nos desesperamos porque no crece rápido la acabamos ahogando. Hay que dejarla, porque unas semillas crecen más rápido que otras. Ésta es la actitud que tenemos en Vallenpaz: creer que la semilla es buena, que la semilla crece, y que nosotros sólo tenemos que facilitarle la oportunidad de hacerlo.

La corporación Vallenpaz trabaja con distintas etnias que tradicionalmente han vivido apartadas. ¿Qué ventajas tiene el trabajo conjunto?

En las zonas más deprimidas de Colombia la mayoría de los campesinos son indígenas o afro colombianos. Desde el principio quisimos trabajar con ellos sin distingos étnicos. A las zonas indígenas mandamos técnicos afro, y viceversa, para vencer las suspicacias que existen entre ellos, para que entiendan que sus problemas son iguales, a pesar del distinto color. Además, tienen incluso tradiciones comunes, que hemos recuperado, como por ejemplo la minga, que los negros llaman mano cambiada: los vecinos se reúnen para trabajar las fincas de las personas más vulnerables, una viuda, un enfermo… Esto fomenta la solidaridad y la unión, y evita que las fincas atrasen el trabajo.

Colombia sufre un conflicto armado interno desde hace más de 40 años. ¿Cómo se trabaja en un entorno como este?

Un principio de Vallenpaz es que tenemos que trabajar donde hay problemas. Sería más fácil trabajar donde no hay guerrilla, pero si queremos fomentar el desarrollo y la paz, tenemos que trabajar donde no hay desarrollo y no hay paz. Esto implica un compromiso muy claro de toda nuestra gente. Me maravilla siempre que todos estemos permanentemente dispuestos a correr riesgos, a ir a zona de peligro. Hace unos dos años sacaron un comunicado en el que acusaban a Vallenpaz de ser un instrumento de imperialismo norteamericano. Sin embargo, fueron los mismos campesinos los que expresaron a las FARC que no estaban de acuerdo con estas acusaciones. Ellos nos defendieron. A la guerrilla le decimos que en el fondo buscamos lo mismo con distintos medios. Discrepamos en la forma, pero en el fondo buscamos lo mismo que ellos dicen buscar, un mejor estar campesino. Esto nos ha permitido un grado de confianza que nos permite trabajar en la zona.

¿Cómo viven los beneficiarios la presión de los grupos armados?

Lo cierto es que los campesinos que empiezan a ver alternativas, dejan de trabajar en los cultivos ilícitos que los grupos armados proponen. El estar organizados facilita la resistencia civil de los campesinos. Ya no están solos, son un grupo, una comunidad, y no toman partido por nadie, ni por la guerrilla, ni por el ejército . A pesar de eso, nos han matado a varios líderes, pero la gente no se va, no se acobarda, porque han creado una conciencia de grupo. Hace unos años secuestraron a un alcalde indígena, y 500 familias, con niños, con ancianos, fueron a reclamarle. Y le liberaron.

El gobierno colombiano plantea una estrategia de erradicación ante los cultivos ilícitos. ¿Cuál es la posición de Vallenpaz?

No estamos de acuerdo ante la estrategia de erradicación con fumigación masiva de cultivos ilícitos. De hecho, Vallenpaz ha conseguido no haya fumigaciones de glifosato en las zonas en las que trabaja. Con las fumigaciones se destruye todo, pero al final los campesinos vuelven a los cultivos ilícitos, ya que no hay alternativa. Nosotros preferimos mostrarles las posibilidades que tienen dentro de la ley, porque creemos que no se destruye si no lo que se sustituye. Por eso la alternativa es cultivar productos que puedan ser vendidos. En realidad, el fin del conflicto pasa por el desarrollo económico de la población civil, que es lo único que posibilita la resistencia.

Hoy en día, gracias a los acuerdos con los almacenes, antes de sembrar ya sabemos que el producto va a ser comprado. Se ha creado incluso un sello de “Cosechas de paz” cuyo criterio es producción limpia, zonas de conflicto, y mercadeo directo.

La labor de Vallenpaz está dando sus frutos, a pesar de las dificultades…

Este trabajo es fascinante: uno va viendo como la gente despierta, cómo se convierten en líderes…